Por la vida y por la paz exigimos el cese bilateral al fuego

El primer paso para construir la paz, es para la guerra

Solidaridad con nuestros compañeros de Marcha Patriótica

Víctimas de detenciones arbitrarias y montajes judiciales

viernes, 27 de marzo de 2015

Declaración Política Delegación Internacional 2do Encuentro Coalición "Larga Vida a las Mariposas"

Las organizaciones y personalidades de las delegación internacional abajo firmantes, reunidas el 20, 21 y 22 de marzo de 2015 en Bogotá D.C., Colombia, en el marco del 2do Encuentro Nacional e Internacional por la Libertad y el Trato Digno de las y los Prisioneros Políticos “Larga Vida a las Mariposas”, nos dirigimos al Gobierno de Colombia, a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, al pueblo colombiano y a toda la comunidad internacional para, desde el internacionalismo solidario, expresarles lo siguiente:
Durante nuestra participación en este valioso Encuentro, hemos tenido la posibilidad de escuchar testimonios, estudiar informes, compartir conversaciones y experiencias de los colectivos de prisioneras y prisioneros políticos de todas las regiones del país, de ex prisioneros y prisioneras políticas, así como de sus familiares y organizaciones que les acompañan. A partir de estas experiencias de las que hemos tenido conocimiento, que expresan una situación sistemática de persecución y criminalización a la protesta social y de vulneración permanente a los derechos humanos por parte del Estado, queremos expresar nuestra más profunda preocupación por la situación humanitaria en la que se encuentran quienes han sido privados de su libertad por motivos políticos.

Conocemos que existe tortura, tratos crueles e inhumanos contra las y los prisioneros políticos y sus familiares por parte del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario INPEC, lo que constituye claras violaciones a sus derechos.  

Sabemos de la existencia de cientos de casos de prisioneros y prisioneras políticas a quienes se les está vulnerando su derecho a la salud. Hemos conocido casos de personas heridas o con graves enfermedades, siendo víctimas de desatención médica, lo que pone en riesgo la integridad de las y los reclusos y hasta la vida misma. Igualmente, sabemos que los derechos a la cercanía familiar, a la comunicación exterior, a la obtención de información de carácter político y social, así como el derecho a cursar estudios y a la educación, están siendo severamente vulnerados.

Nos ha preocupado especialmente la situación de las prisioneras políticas, cuyas especificidades como mujeres son desatendidas, lo que se expresa, por ejemplo, en la ausencia de reglamentos carcelarios y en instalaciones penitenciarias que carecen de enfoque de género. En el mismo sentido, es alarmante la falta de acceso por parte de las prisioneras a servicios ginecológicos básicos, lo que conlleva a la proliferación de enfermedades prevenibles que afectan directamente los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Los derechos relacionados con la maternidad también están siendo vulnerados por parte del Estado colombiano.

Punto aparte merece la lesión de los derechos de los familiares, quienes deben soportar innumerables dificultades para visitar a sus seres queridos, además de los largos desplazamientos que deben realizar para poder acceder a las visitas. Tanto las personas presas como sus familiares deben tener derecho a la comunicación, a la vida privada y familiar.

A la situación de las y los prisioneros políticos se suma la estrategia de criminalización de la protesta y el desdibujamiento jurídico y político del delito político, lo que en la práctica se traduce en ingeniería jurídica arbitraria y en la fabricación ilegítima de acusaciones y montajes judiciales realizados por un sistema judicial plagado de irregularidades, injusticias, testigos falsos y comprados, etc. Esta es una administración de justicia que sólo busca la imposición del castigo, con una actitud revanchista y de venganza que se ejerce contra los sectores más empobrecidos y marginados de la población colombiana.

Este escenario nos ha convencido de que en Colombia no hay ninguna crisis carcelaria, sino una política de Estado planificada, sistemática y crónica de tortura guiada por la idea de “enemigo interno”, que dirige sus vejaciones, extorsión, sojuzgamiento, opresión, odio y todo tipo de prácticas inhumanas contra los cerca de 9.500 prisioneros y prisioneras políticas.

Derivado de esta situación en su doble vertiente, la humanitaria y la política, solicitamos incluir en la agenda del Proceso de Paz la atención a los prisioneros y prisioneras políticas para que se garanticen sus derechos y que cese de inmediato el trato cruel e inhumano que sufren cotidianamente. Esperamos que se pueda generar un acuerdo especial en La Habana que permita la aplicación de amnistía generalizada para las y los prisioneros políticos de guerra, que debe hacerse extensiva a las y los prisioneros políticos de conciencia. Entendemos que sin una intervención prioritaria en esta cuestión, difícilmente puedan los esfuerzos por la paz llegar a buen puerto. En este sentido respaldamos integralmente las declaraciones, posicionamientos y resoluciones de las diversas organizaciones de familiares de prisioneros políticos, grupos de solidaridad, del Movimiento Nacional Carcelario, y del espacio que articula a todas estas organizaciones, la Coalición Nacional e Internacional Larga Vida a las Mariposas relativas a los debates sostenidos en el marco del 2do Encuentro.

Por todo lo anterior y después de haber participado activamente en el 2do Encuentro, como delegación internacional exigimos que se den pasos concretos para avanzar en las medidas que permitan la libertad Huber Ballesteros y de todos y todas las prisioneras políticas.

Igualmente, respaldamos la solicitud de repatriación desde EEUU a Colombia de los prisioneros políticos Simón Trinidad (miembro de la mesa de negociación), Sonia e Ivan Vargas, mientras se concretan las medidas jurídicas necesarias para lograr su puesta en libertad definitiva. Esto sería un elemento importante que muestra la voluntad de paz de las partes y de soberanía judicial.

Solicitamos también el cese de la extradición de detenidos y detenidas políticos colombianos.

Desde la delegación internacional esperamos un real proceso de paz en Colombia, que debe pasar por seguir adelante en la Mesa de Conversaciones que se desarrolla actualmente en La Habana, Cuba, así como por generar la apertura formal de los diálogos con el ELN y EPL. En el mismo sentido, pedimos que se siga trabajando por el desescalamiento del conflicto en Colombia siendo necesario para esto que se decrete un cese bilateral al fuego.

Reiteramos nuestra determinación para realizar el necesario acompañamiento internacional a la Coalición Nacional e Internacional Larga Vida a las Mariposas. Hacemos un llamado a los organismos internacionales de derechos humanos para que soliciten al gobierno colombiano el ingreso de una delegación internacional a los centros de reclusión con el objetivo de verificar las condiciones en las que se encuentran las y los prisioneros políticos, así como impulsar la visita de brigadas de salud orientadas a atenderles.

Nos solidarizamos con el pueblo venezolano, y manifestamos nuestro apoyo irrestricto al gobierno electo democráticamente que encabeza Nicolás Maduro. Venezuela es hoy dique de contención de la amenaza imperialista contra América Latina y el Caribe y por lo tanto la defensa de su soberanía es la defensa del proyecto de integración latinoamericana. Exigimos al gobierno de los EEUU que derogue el decreto que amenaza la soberanía y la seguridad de la República Bolivariana de Venezuela.

Nos solidarizamos con la lucha por la independencia de Puerto Rico y demandamos la liberación del patriota Oscar López Rivera quien ha padecido con valentía más de tres décadas de encierro y aislamiento en las cárceles estadounidenses.

Asimismo, nos comprometemos solidariamente a difundir en nuestros ámbitos de trabajo y nuestros respectivos contextos políticos y sociales la situación que aquí denunciamos, haciendo especial hincapié ante organismos internacionales de salvaguarda y vigencia de derechos humanos. Nos comprometemos a seguir de cerca la presentación que hará el gobierno colombiano ante el Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas en ginebra Abril de 2015.

De la misma manera, apoyamos incondicionalmente las acciones del movimiento social y popular dirigidas a la consecución de una paz con justicia social, estable y duradera. En este sentido, respaldamos y convocamos la movilización nacional que se realizará el 9 de abril, así como la jornada de protesta del Movimiento Nacional Carcelario que se desarrollará el 24 de abril del presente año.

Nos sumamos a la campaña de cierre de la cárcel de alta seguridad La Tramacúa, en el Valledupar Cesar.

Por último, la delegación internacional PARTICIPANTE EN EL ENCUENTRO nos declaramos en veeduría permanente del proceso de paz en Colombia y de la situación de las y los prisioneros políticos en Colombia. Consideramos que un gesto  que permita seguir generando clima favorable hacia la paz estaría en la liberación inmediata de los prisioneros políticos en grave estado de salud.

¡PORQUE LA PRISION NO ES LA SOLUCIÓN...LARGA VIDA A LAS MARIPOSAS!
¡LIBERTAD A LAS Y LOS PRISIONEROS POLÍTICOS!

Bogotá, Colombia. Marzo 22 de 2015

FIRMAN:

- Ivan Pinheiro  Partido Comunista Brasilero.
- Tanja Wol Sorensen Campaña danesa Politiskefanger.dk de ‘Solidaridad Colombia’.
- Marie Bundgaard Hagensen  Secretaria General del Foro Internacional de Dinamarca. Miembro del grupo de solidaridad internacional Solidaridad Colombia, miembro de la red sindical Foco Sindical por Colombia en Dinamarca. 
- Christian Juhl Parlamentario del Partido Alianza Rojo y Verde de Dinamarca viene en representación de la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento Danés.
- Martin de Battista Comité de Solidaridad Kurdistán – América Latina (CSKAM).
- Melike Yasar Congreso Nacional de Kurdistan. Movimiento de Mujeres Kurdas.
- Julien Arzuaga Gumuzio Parlamentario de EH Bildu en el Parlamento de Vitoria (Comunidad Autonoma Vasca).
- Ligia Uribe de INTAL- América Latina desde Bélgica
- Marck Burton Abogado defensor de Simon Trinidad en USA. Gremio Nacional de Abogados, Miembro de Mesa Directiva, Alianza Por La Justicia Global. - Maristela Santos Pinheiro PCB- Comitê de Solidariedade à luta do povo palestino do Rio de Janeiro
- Guillermo Verón De Astrada Concertación Frente Guasu de Paraguay.
- Raquel Cristina Mogollón Alianza por la Justicia Global de EEUU.
- Enrique Santiago Romero Abogado Defensor de Prisioneros Políticos de España.
- Paloma Solo de Zaldivar ADDAMEER (political prisioners and human rights organization) de Palestina.
- Giovanna Proaño Moreno Presidenta del Consejo Nacional de Comunicadores Socialistas CONACOMS de la República Bolivariana de Venezuela.
- Adriana María Pacheco Rodríguez Consejo Nacional de Comunicadores Socialistas CONACOMS de la República Bolivariana de Venezuela.

jueves, 26 de marzo de 2015

Declaración Política 2º Encuentro Nacional e Internacional "Larga Vida a las Mariposas"

En Bogotá, durante los días 20, 21 y 22 de marzo de 2015, nos dimos cita 70 organizaciones solidarias nacionales e internacionales, defensores y defensoras de prisioneras y prisioneros políticos, activistas de derechos humanos, familiares de prisioneras y prisioneros políticos, académicos, artistas y cantautores, integrantes de la Coalición “Larga Vida a las Mariposas” por el Trato Digno y la Libertad de las y los Prisioneros Políticos, y realizamos el 2º Encuentro Nacional e Internacional “Larga Vida a las Mariposas”, que contó con la participación de 700 delegados y delegadas nacionales provenientes de las diversas regiones del país, y 20 delegados y delegadas internacionales originarios de Kurdistán, Palestina, EuskalHerria, España, Bélgica, Dinamarca, Argentina, Paraguay, Brasil, Venezuela y Estados Unidos.


El 2º Encuentro Nacional e Internacional “Larga Vida a las Mariposas” se concentró en analizar los alcances del Delito Político, la Amnistía y los diversos Instrumentos de Derecho Transicional para lograr la Libertad de las y los Prisioneros Políticos como requisito para avanzar en los caminos de la Paz, así mismo, abordó aspectos centrales sobre la situación de derechos humanos en las cárceles y penitenciarias del país, concluyendo y declarando que:

•   En Colombia existen miles de prisioneras y prisioneros políticos, quienes son una consecuencia del conflicto político, social y armado en Colombia; éste conflicto ha sido descontextualizado por la institucionalidad, generando a las y los ciudadanos una opinión distorsionada de la realidad del país. 

•   Es justo el derecho universal históricamente construido por los pueblos del mundo de rebelarse ante la tiranía y la opresión, de resistir a la injusticia y a la miseria; en consecuencia reconocemos a las y los prisioneros políticos como hombres y mujeres que optaron por ejercer de manera armada o civil el derecho universal a la resistencia y la rebelión, y en razón a esa forma de oposición política han sido criminalizados y/o sometidos a montajes judiciales.

•   Las y los prisioneros políticos deben ser tratados con benevolencia conforme al derecho universal a la rebelión y a la noción clásica del delito político; por tanto, denunciamos la desnaturalización del delito político como arma de anulación del estatutos político de las y los rebeldes; así mismo denunciamos la práctica sistemática de las detenciones masivas y arbitrarias como crimen de estado

•   Declaramos necesario recuperar la noción clásica del delito político en el marco jurídico penal colombiano, mediante la promulgación de una un decreto con fuerza de ley que reforme el código penal y desarrolle los elementos del tipo penal emitidos por la corte suprema de justicia en 1950.

•   Reiteramos nuestros respaldo a los Diálogos de Paz en La Habana entre el Gobierno Nacional y la Guerrilla de las FARC- EP y nuevamente reiteramos a la Mesa de la Habana sobre la necesidad de reconocer la condición de víctima de las y los prisioneros políticos colombianos, quienes han padecido vejámenes, torturas, tratos crueles, inhumanos y degradantes en prisiones del Estado. 

•   Identificamos que NO estamos en un Estado de Justicia Transicional, sino en un momento propicio para la aplicación de instrumentos de derecho transicional que abran puertas a la reconciliación y construcción de una Paz estable y duradera, por tanto, la solución de la situación de las y los prisioneros políticos y la construcción del modelo de justicia transicional deben pactarse en la mesa de la Habana, donde nuestra voz como coalición de la sociedad civil que acompaña y defiende a las y los prisioneros políticos debe ser escuchada.

•   Bajo la actual coyuntura, la paz es más que una razón de Estado, es una necesidad, por lo que pedimos al Estado Colombiano LIBERAR A TODAS Y TODOS LOS PRISIONEROS POLÍTICOS mediante una AMNISTÍA AMPLIA Y GENERAL, como mecanismo previo al acuerdo final que funja como garantía de paz frente a los futuros mecanismos de derecho transicional que se pactaran con la firma del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera. 

•   Como gesto de paz y humanitario exigimos al Estado Colombiano la liberación inmediata de los prisioneros políticos de tercera edad y con graves problemas de salud cuya situación es incompatible con la vida en reclusión, como es el caso de 1. Aris Carrillo Pinto, 2. Oscar Elias Tordecilla, 3. Ever Sanchez Diaz, 4. Isai Medina Vera, 5. Nancy Isabel Salcedo, 6. Yamith Narvaez, 7. Pedro Miguel Rodelo, 8. Edinson Martínez León, 9. Isaac Arias Lopez, 10. Jose Guillermo Garcia Salazar, 11. Luis Fernando Reyes, 12. Silvio Armando Nene, 13. Marco Antonio Talaga, 14. Gloria ALvarez Mestizo, 15. Gloria Patricia Ramirez, 16. Miguel Angel Gonzalez, 17. Civilino Ul Secue, 18. Kleiner Stalin Benavidez, 19. Maria Rubiela Rubio, 20. Isadora Diaz Mendez, 21. Claudia Liliana Niño, 22. Didier Alexander Ramos, 23. Fabian Andres Molina Cuellar, 24. Libardo Marin Martinez, 25. Jose Alexander Hormaza Calderón, 26. Marco Tulio Ochoa Montiel, 27. Nelson Romero Sanchez, 28. Luis Emiro Rojas, 29. Jose Guillermo García Salazar. 30. Felix Gonzalez Gallego, 31. Carlos Andres Morales Martinez, 32. Jair Vega biedo y 33. Jairo Lesmes Bulla.

•   La Coalición Nacional e Internacional “Larga Vida A Las Mariposas” por el Trato Digno y la Libertad de las y los Prisioneros Políticos pide a la mesa de diálogos de Paz en la Habana ser incluida como garante de la revisión de la situación de las y los prisioneros políticos en Colombia, y se compromete a entregar de manera formal en los próximos días un censo y un informe sobre la situación nacional de las y los prisioneros políticos, como punto de partida para la revisión de los procesos penales.

•   La Coalición Nacional e Internacional “Larga Vida A Las Mariposas” por el Trato Digno y la Libertad de las y los Prisioneros Políticos ejecutará un PLAN DE ACCIÓN para arrancar de las cárceles a los miles de prisioneros y prisioneras políticas en Colombia y abogará por la repatriación de las y los prisioneros políticos extraditados, especialmente de Simón Trinidad, Sonia e Iván Vargas como gesto de fortalecimiento a los diálogos de la Habana. En esta vía, reiteramos nuestro rechazo a la extradición de colombianas y colombianos, especialmente a los Estados Unidos, por ser una institución de agresión a nuestra soberanía nacional y al principio de derecho internacional de no extradición por razones políticas. 

•   Es indispensable que la ciudadanía en su conjunto sea incluida en las formas de participación para propiciar una verdadera transformación social, por ello, nos sumamos a la apuesta de construcción de un país nuevo, incluyente, democrático y respetuoso de los derechos humanos a través de la ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE. Es allí donde iniciaremos otros estándares de justicia y donde viviremos una verdadera transición a un país mejor, un país con Paz y Justicia Social.

•   Invitamos a fortalecer la más amplia movilización social y política a favor de la paz, de la solución política y el acuerdo de liberación de todas y todos los prisioneros políticos. Por tanto nos sumamos a la convocatoria de realizar la Constituyente Carcelaria e Invitamos a participar masivamente en la Movilización por la Paz del 9 de abril de 2015, con las pancartas y la consignada de la CLVM “La Prisión No Es La Solución”.

•   Rechazamos el calificativo de “crisis” para referirse a la grave situación de derechos humanos que viven las prisiones del país, denunciamos la existencia de una política de estado ajena al respeto de los derechos humanos de la población reclusa, la cual debe revisarse y modificarse. En consecuencia, nos identificamos y nos sumamos al MOVIMIENTO NACIONAL CARCELARIO, como máxima expresión de lucha de transformación de la prisión en Colombia que busca como primer paso la instalación de la MESA NACIONAL DE CONCERTACIÓN - MNC. En este sentido, nos comprometemos a hacer veeduría a la Jornada Nacional de Protesta que el MNC inicia el 20 de abril en las prisiones del país. Así mismo, nos sumamos a la campaña “Tramacúa Nunca Más” por el cierre de la Penitenciaria de Alta y Máxima Seguridad de Valledupar (Cesar) denunciada por los prisioneros como el Guantánamo de Colombia, máximo símbolo del imperialismo carcelario en nuestro país.

•   Rechazamos las amenazas emitidas contra miembros de la CLVM en el suroccidente colombiano y alertamos al estado para que garantice el respeto de los derechos humanos de quienes defendemos a las y los prisioneros políticos.

•   La Coalición Larga Vida a las Mariposas se solidariza con los prisioneros políticos del mundo, para quienes también gritamos libertad!. Así mismo, manifestamos nuestra solidaridad con el valiente pueblo de Venezuela y el gobierno democrático del presidente Nicolas Maduro.

¡PORQUE LA PRISIÓN NO ES LA SOLUCIÓN!
¡LARGA VIDA A LAS MARIPOSAS!

Bogotá D.C., Colombia – Marzo 22 de 2015

martes, 24 de marzo de 2015

Testimonio de Elkin, prisionero político colombiano

Entrevistamos a Ekin, prisionero político, herido y capturado en combate, sometido a tortura, tratos crueles, inhumanos y degradantes por miembros del Ejercito Nacional, amenazándole de muerte y negándole atención médica oportuna; generando una infección en la herida de su pierna derecha y posteriormente el agravamiento y pérdida de la misma, por ausencia de exámenes y tratamiento médico.

domingo, 15 de marzo de 2015

Las otras voces de la historia: mi encuentro con Raúl Reyes

Por: Miguel Ángel Beltrán Villegas*

A siete años del asesinato del jefe guerrillero Raúl Reyes -en una acción militar ilegal realizada por el gobierno colombiano en el vecino país de Ecuador, violando la constitución nacional y diferentes tratados internacionales- el profesor universitario Miguel Ángel Beltrán relata su encuentro con el extinto líder de las FARC en los tiempos del proceso de paz en el Caguán y plantea la necesidad de que se descriminalice a quienes hacen lecturas críticas del conflicto que desafían las interpretaciones oficiales del mismo. En este sentido saluda el reciente Informe de la Comisión Histórica del Conflicto como un paso importante en el reconocimiento de la pluralidad de perspectivas frente al mismo, rompiendo el monopolio que hasta el momento ha tenido el Estado y sus intelectuales orgánicos en la explicación de los orígenes, persistencia y responsabilidades en el actual conflicto social y armado. Hay que señalar que el pasado 18 de diciembre el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, en su sala de decisión penal, revocó parcialmente la sentencia del juzgado cuarto penal del circuito especializado de Bogotá, el 27 de julio de 2011 que lo absolvió de todos los cargos. Ahora ha sido condenado a la pena de cien meses de prisión y una multa de 90 millones de pesos (cuarenta y cinco mil dólares) por el delito de rebelión. Cabe advertir que fue este mismo tribunal, el que durante el juicio penal del profesor Beltrán avaló las pruebas del supuesto computador de Raúl Reyes, considerándolas lícitas y legales, en contravía de los pronunciamientos de la Corte Suprema de Justicia.

En su sesgada decisión el magistrado ponente, Dr. Jorge Enrique Vallejo señala que “todo aquel que despliegue labores de reclutamiento, adoctrinamiento, capacitación, financiamiento, ideología, planeación, milicia urbana o rural, comunicaciones, publicidad infiltración, asistencia médica, logística u otras que impliquen el sostenimiento irrestricto de la causa guerrillera, tendrá la condición de rebelde”, así “no esgriman los artefactos bélicos” para “derrocar al gobierno nacional o suprimir o modificar el régimen constitucional vigente”.

“Es necesario escuchar e interactuar con estas ‘voces bajas’
porque tienen muchas historias que contarnos
–historias que por su complejidad tienen poco
que ver con el discurso estatista- y que son por completo
opuestas a sus modos abstractos y simplificadores”

Ranajit Guha


Nos recordaba el premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, en el epílogo de una de sus últimas novelas: El Sueño del Celta, donde narra la trayectoria vital del diplomático y aventurero Roger Casement -comprometido con la causa del nacionalismo irlandés y quien a principios del siglo pasado denunciara las atrocidades del colonialismo europeo en el Congo Belga y la Amazonía Sudamericana- aquellas palabras del escritor uruguayo José Enrique Rodó: “Cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos. Y estas personalidades sucesivas, que emergen las unas de las otras suelen ofrecer entre sí los más raros y asombrosos contrastes”. La cita rondaba en mi mente a propósito de las declaraciones y comentarios periodísticos que siguieron a la muerte del máximo líder de las FARC, “Alfonso Cano”, en un operativo militar que, al igual que otros tantos realizados por las fuerzas militares colombianas ha despertado serias controversias sobre su legitimidad y el respeto a las normas internacionales que regulan la guerra.

Como en los casos anteriores de la muerte de Luis Edgar Devia (“Raúl Reyes”) y Jorge Briceño (“el Mono Jojoy”), estas complejidades se difuminaron y el estigma de “terrorista” pareció prevalecer sobre cualquier otra consideración. Con un ingrediente nuevo: algunos se permitieron hablar de sus relaciones de amistad con el estudiante de antropología, asiduo lector y en ese momento militante de la Juventud Comunista (JUCO), Guillermo León Sáenz1. Tal vez su formación universitaria y su procedencia de una clase media urbana le confería ante ciertos sectores sociales, una relevancia que jamás se les reconoció a los otros dos jefes guerrilleros. Reacción comprensible dentro de los estereotipos de una guerrilla que algunos siguen imaginando fundamentalmente rural y en el contexto de un país donde la precaria cobertura de la educación superior sigue haciendo de ésta un canal de reconocimiento social.

En principio este manejo mediático no debería sorprendernos. Los poderes estatuidos recurren a la legitimación de la propaganda a través de una suerte de “comunicación discursiva”, que aspira a erigirse en una verdad única, válida para todos los grupos sociales, donde prima lo que el lingüista Teun Van Dijk denomina una “autopresentación positiva por parte del grupo dominante y de heterorepresentación negativa de los grupos dominados”. Este control del texto y el contexto, -para utilizar dos conceptos centrales en este autor- parece haber permeado en Colombia muchos campos incluyendo entre otros el académico, espacio por excelencia del ejercicio crítico.

Tras la ruptura definitiva de los diálogos del Caguán, el 20 de febrero de 2002 y el triunfo electoral del presidente Álvaro Uribe Vélez pocos meses después, el uso público de determinadas palabras quedó prohibido sospechoso de ser un lenguaje subversivo, retrotrayéndonos a los oscuros días del Estatuto de Seguridad de Turbay. Y para no dejar campo a la imaginación, el Alto Comisionado para la paz de ese entonces Luis Carlos Restrepo, en una circular dirigida a las representaciones diplomáticas en el exterior, prohibió el uso de términos como “conflicto armado”, “actores armados”, “comunidades de paz”, ya que aceptarlos era a su juicio legitimar “los grupos armados ilegales”2. Como si se tratase de uno de los innumerables pasquines recreados al mejor estilo de Augusto Roa Bastos, “Yo el Supremo” pretendía crear una nueva realidad de un solo plumazo: “Colombia: una Democracia pluralista y garantista, amenazada por el terrorismo”. Claro, para entonces el primer mandatario de los Estados Unidos, George Bush ya habían hecho lo propio, advirtiendo a las naciones del mundo: “o están con nosotros o están con los terroristas”.

Frente a estos preocupantes hechos, algunos académicos optaron por tomar el camino más corto, esto es hablar y escribir de asuntos que no incomodaran a los poderes instituidos (mejor referirse al posconflicto que al conflicto) y que no pusieran en tela de juicio las verdades oficiales (reconocer las bondades de la democracia colombiana y la inminencia del “fin del fin”); otros prefirieron marginarse del debate público, aceptando la autocensura como un costo menor y necesario para ser reconocidos como “expertos en un campo de conocimiento”. A estos colegas vendría muy bien recordar las palabras de Edward Said cuando anota que “El intelectual nunca lo es más que cuando está rodeado, lisonjeado, presionado, intimidado por la sociedad para ser una cosa o la otra”3. Por supuesto no faltaron voces aisladas que a contracorriente de esta tendencia y asumiendo los costos de formular una postura que se aparta del discurso oficial, han colocado (y siguen colocando) sobre la arena pública, debates que hacen parte de los índices de temas prohibidos y expurgados por el Santo Oficio de la Inquisición.

Uno de ellos precisamente es el de la interlocución académica con la insurgencia armada.

En su carta de respuesta a la misiva pública enviada al jefe guerrillero “Alfonso Cano” por el reconocido historiador Medófilo Medina, el hoy Comandante del Estado Mayor Central de las FARC Timoleón Jiménez, reclamaba justificadamente que “lo menos que podría esperarse de quienes escriben libros o dictan conferencias sobre nuestra lucha” es que “vengan a entrevistarnos”, y trataba de interpretar esta omisión como “cosas de la ciencia social posmodernista”. Sin perjuicio, de que hay quienes todavía piensan que el conocimiento proviene única y exclusivamente de los expertos y que los agentes sociales poco o nada aportan a ese conocimiento (y en todo caso sería una anacrónica concepción positivista de la ciencia), está el hecho incontrovertible de las dificultades que tenemos los investigadores sociales para desarrollar nuestras investigaciones en un país como Colombia4.

Justamente una de las caras positivas del proceso de paz que se desarrolló en El Caguán fue la posibilidad que tuvieron numerosos sectores de la sociedad civil de exponer a través de las llamadas “audiencias públicas” y las “mesas temáticas”, sus ideas y propuestas frente a la paz, en una dinámica que con muchas limitaciones se trató de proyectar en doble vía. Así, por ejemplo, a la mesa temática sobre sustitución de cultivos asistieron diplomáticos de 27 países del mundo y, en diferentes momentos, hicieron presencia en la zona desmilitarizada varios ejecutivos de las multinacionales, el presidente y vicepresidente de la Bolsa de Valores de Nueva York y hasta una delegación del Congreso de los Estados Unidos. Esto sin contar con la gira internacional de un mes por varios países de Europa, encabezada por el mismo “Raúl Reyes”, en compañía de representantes del Gobierno, el Congreso y el Sector privado.

Fue precisamente en el ambiente generado por este proceso que, tras vencer muchas dudas y vacilaciones, tomé la decisión de viajar al Caguán a comienzos del 2001, con el propósito de hacer un balance de lo que había sido hasta ese momento la zona de despeje, y contrastar directamente sobre el terreno, el cúmulo de afirmaciones que desde diferentes sectores de la opinión pública planteaban que se trataba bien de un paso importante en el proceso de solución política al conflicto armado y social colombiano, bien una claudicación del Estado ante una guerrilla que parecía haber perdido su horizonte político. En esa perspectiva me resultaba de particular interés entrevistarme con el jefe guerrillero “Raúl Reyes”, quien fungía como el más claro representante de las FARC en las mesas de diálogo y negociación con el gobierno.

No pude escoger peor momento para adelantar mi trabajo de campo: desde hacía tres meses los diálogos entre los voceros del gobierno y la guerrilla se hallaban suspendidos, y en el plano internacional los ataques del 11 de septiembre de 2011 a las torres gemelas de Nueva York y al edificio del Pentágono, habían estimulado un discurso belicista que desestimaba cualquier otra salida que no fuera la de la guerra. De hecho el “Plan Colombia” estaba siendo rediseñado para adaptarse a las nuevas circunstancias de la “lucha antiterrorista”, como quedaría posteriormente demostrado con la política de la llamada “seguridad Democrática” del presidente Uribe. Pese a ello, los recurrentes encuentros entre el Comisionado de Paz y los voceros de las FARC, así como la intermediación de organismos internacionales hacía pensar que podrían superarse estos escollos, y avanzar hacia la concreción de unos acuerdos que abrieran verdaderos caminos de paz.

En medio de estos avatares, y tras cruzar varios retenes primero del ejército y luego de la guerrilla, incluyendo en el primer caso fotografías y filmaciones ilegales, arribé hasta la cabecera municipal de San Vicente del Caguán. No requerí de muchas indicaciones para llegar hasta una casa, que todos identificaban como una suerte de “sede” de las FARC, donde se decía recibían a los miembros de la sociedad civil, interesados en llevar propuestas o participar en las audiencias públicas. Todo parecía indicar que sería más fácil de lo que imaginaba. Sin embargo, al arribar a la casa, ésta estaba vacía y sus puertas y ventanas cerradas. Estuve indagando con los pobladores vecinos pero nadie me dio una explicación satisfactoria sobre la ausencia allí de los guerrilleros. Decidí entonces rentar una habitación en un modesto hotel del centro y en varias oportunidades estuve rondando en los alrededores de la casa buscando alguna información, hasta que finalmente me interceptaron varios hombres armados, vestidos de camuflado, que se desplazaban en una camioneta y que se identificaron como guerrilleros de las FARC. El que parecía ser el jefe, me llamó y me interrogó con cierta arrogancia y desconfianza. Su actitud no difería sustancialmente de los efectivos de las fuerzas militares con que había tenido contacto hasta ese momento.

Me presenté como profesor universitario, le comuniqué el propósito de mi viaje y le hice saber mi intención de hablar con Raúl Reyes. Su ceño adusto fue dando paso a un trato más cordial. De entrada no hizo explícita su negativa, pero todos sus gestos, movimientos y palabras me dieron a entender que era algo impensable. Me dijo que estuviera pendiente que él haría algunas consultas, y me confirmaría si era posible la entrevista. En esa permanente espera estuve dos o tres días, y cuando ya había desechado definitivamente la posibilidad de un encuentro, una circunstancia vino a obrar en mi favor. Una mañana, cuando me encontraba en las afueras de la sede dialogando con uno de los guerrilleros perteneciente al grupo inicial con el que tuve contacto, llegaron al lugar “Simón Trinidad” y “Marco León Calarcá”. Con éste último había tenido oportunidad de conversar e intercambiar ideas sobre la realidad política nacional, cuando cursaba mi doctorado en la UNAM y aquel fungía como vocero oficial de las FARC con la anuencia del gobierno mexicano.

Marco León lucía un camuflado verde y portaba un arma de largo alcance; sudaba copiosamente, y el contraste de su fisonomía física y su uniforme era evidente; para ser más precisos su apariencia de guerrillero reñía con los estereotipos que nos había acostumbrado una cierta iconografía oficial nacida de los revolucionarios cubanos del 26 de Julio. Hasta entonces lo había tratado en el DF como un ciudadano más, y sólo en ese momento tomé verdadera conciencia de su condición de rebelde levantado en armas. Me saludó amablemente y eso me dio la oportunidad para comunicarle el propósito de mi viaje y mi interés de conversar con Raúl Reyes. Hizo un gesto de escepticismo, pero se comunicó a través de un radio que llevaba consigo. Me dijo que diera una vuelta por la plaza central (¿otra? –pensé yo-) y que nos volviéramos a ver en unos cuarenta minutos. Su gestión dio resultado –aunque sospecho que el tema ya había sido planteado por los primeros guerrilleros que me abordaron- y una hora más tarde nos desplazábamos a alta velocidad por una carretera pavimentada que poco a poco se fue convirtiendo en una escarpada trocha. Para entonces ya habíamos cruzado el poblado de La Machaca, municipio de San Vicente del Caguán en el cual se llevaban a cabo las reuniones de los voceros del Gobierno y la Guerrilla. Media hora después la camioneta se detuvo; mis acompañantes bajaron conmigo, y tras impartir algunas instrucciones a dos hombres armados que se encontraban allí en actitud de guardia, retomó su camino. Nos despedimos, mientras yo me apeé allí.

Pocos minutos después de estar en el campamento, para sorpresa mía apareció en persona el mismo “Raúl Reyes”. Se acercó, y me tendió la mano. Vestía un pantalón de camuflado, una camiseta de algodón verde, y una pistola al cinto. Me dijo sonriente, pero con un dejo de ironía: “es muy bueno que los académicos nos visiten y vean con sus propios ojos lo que realmente está pasando en este país”. Asentí con mi cabeza de una manera casi mecánica, pues aún no terminaba de reaccionar al encuentro.

-¿Qué tal el viaje? -me preguntó.

Aproveché la oportunidad para referirle las múltiples dificultades de mi travesía, como una manera también de comunicarle que no era tan sencillo llegar hasta allí. Se quedó pensativo un momento y me dijo: “Nosotros somos los únicos que podemos garantizarnos nuestra seguridad” y enseguida me señaló un grupo de hombres que trabajaban con picos y palas, cavando una serie de huecos que asumí eran trincheras,y efectivamente así me lo corroboró: “Son para nuestra protección, aquí permanentemente sobrevuelan la zona aeronaves de las fuerzas militares con el pretexto de buscar pistas clandestinas, que siempre han existido y que ellos mismos, desde hace mucho tiempo, vienen utilizando para su negocio del narcotráfico; también todos los días detectamos miembros de la inteligencia vestidos de campesinos, o que se hacen pasar por empresarios, vendedores, misioneros y hasta locos pero que traen planes precisos para asesinarnos”.

Continuamos nuestra conversación mientras terminábamos una taza de limonada que nos ofreció un guerrillero. Durante esos minutos “Reyes” aprovechó para darme algunos detalles de la organización del campamento: el lugar de los chontos (baños); la “rancha” (cocina) acompañada de un horno de barro y un inmenso tanque de agua; el salón cultural con su televisor y DVD y los respectivos “cambuches”. Se veía mucha actividad en el campamento. Unos llevaban y traían leña, otros trabajaban con sus picas y más al fondo, un pequeño grupo de guerrilleros se hallaba reunido, en un amplio salón como si estuvieran adelantando una tarea colectiva de estudio, después supe que preparaban un tema que irían a desarrollar durante “la hora cultural”.

“Esté pendiente que en la tarde podemos conversar”, me dijo Reyes, antes de retirarse y dejarme con una joven guerrillera a quien le había hecho una breve presentación mía. A partir de ese momento ella se convirtió en algo así como mi guía dentro del campamento. Luego de acomodar mi equipaje tuve oportunidad de recorrer el lugar e incluso hablar con algunos de los guerrilleros y guerrilleras. Contrario a lo que esperaba encontré una gran disposición para entablar conversación; se notaba que durante estos tres años de diálogos y negociación, habían ganado en confianza. Sin duda su mayor contacto con la población civil, con los medios de comunicación, y con gentes y personajes procedentes de diferentes regiones del país e incluso del mundo, les había forzado a una mayor apertura de sus horizontes mentales. La imagen del guerrillero tímido y, en ocasiones, hosco parecía pertenecer al pasado.

A la hora del almuerzo los guerrilleros y guerrilleras con sus respectivas vajillas hacían una fila para recibir su porción de alimento y luego se ubicaban en una especie de comedor, aunque muchos preferían comer de pie. Me disponía a preguntar dónde conseguir un plato y cubiertos, cuando vi aparecer a mi guía con unas deliciosas lentejas acompañadas de arroz, yuca, papa, una porción de carne de res y un vaso de refresco royal. Una hora y media después de la comida, iniciaba mi entrevista con el jefe guerrillero. Llegué hasta su “oficina” que se reducía a una mesita hecha de tabla con un par de bancos de madera y en uno de cuyos costados tenía apoyado un fusil; sobre la superficie de la mesa pude observar una libreta de notas y un libro. Su título no me era desconocido: Colombia: una nación a pesar de sí misma del historiador inglés David Bushnell, una síntesis de la historia colombiana desde la época precolombina hasta la época actual, criticable desde muchos ángulos, pero valorable como importante esfuerzo de síntesis. Me reconfortó conocer su interés por la historia nacional.

Apenas nos sentamos, y antes de que me diera tiempo de reiterarle el objetivo de mi entrevista, me lanzó una pregunta seca: “Bueno, y que piensan los universitarios (¿académicos?) sobre las FARC?”. Le expresé que no había una opinión unificada frente al tema y que existía un amplio espectro de perspectivas, desde aquellos que veían esta organización como un actor armado del conflicto, hasta aquellos que señalaban que las FARC era una guerrilla degradada que había perdido su horizonte político. Le manifesté, sin embargo, que pese a esa diferencia de percepciones, existía un conjunto de problemáticas compartidas que desde la investigación social nos interesaban: sus propuestas políticas y sociales, el tema de los secuestros, sus vínculos con el tráfico de la coca, sus relaciones con la población civil, la búsqueda de salidas al conflicto armado y social, entre otros. Mi interlocutor me escuchó atentamente y tomó nota en una libreta de notas. Muy de vez en cuando me interrumpía para hacer alguna acotación, una pregunta, una aclaración, o solicitarme una ampliación pero en general su actitud de oyente fue bastante respetuosa.

Una vez concluida mi intervención, tomó la palabra y se refirió uno por uno a los puntos que yo había acotado. Debo reconocer que hasta ese momento la imagen que desplegaba en mi mente del jefe guerrillero, era la del comandante militar, un poco atemperada, es cierto, por sus intervenciones y declaraciones en los medios de comunicación durante esos tres años de diálogos y negociación. Aún así desde el proceso adelantado por la Coordinadora Nacional Guerrillera “Simón Bolívar” (CNGSB) en Caracas, había compartido –al igual que muchos analistas sociales- esa dicotomía que veía en “Alfonso Cano” un hombre de la política y en “Raúl Reyes” un hombre de la guerra. Nada más lejano de la realidad, la impresión que tuve en ese momento –y la que quedaría en mi memoria- es que este último era un revolucionario convencido, con un sólido conocimiento de las realidades del país que revelaba un significativo compromiso con la paz de Colombia.

En algún momento de nuestra conversación me expresó que antes de ingresar a las FARC, había militado en las filas del Partido Comunista, y que como militante de esta organización desarrolló una intensa actividad sindical en la compañía multinacional Nestlé, desempeñándose también como concejal en el municipio de Doncello, municipio del cual tuvo que partir debido a la represión estatal y el acoso del ejército, viéndose finalmente abocado a tomar el difícil camino de las armas para resguardar su vida y llevar adelante sus ideales de cambio y justicia social.

En aquella calurosa tarde y en medio del verde y frondoso follaje que enmarcaba su improvisada oficina, escuché las voces de otro país que me hablaba desde sus historias de persecución y exterminio; de sus hombres y mujeres privados de la libertad en las cárceles colombianas, cuyos padres, hermanos/as, cónyuges e hijos también reclamaban, y que estaban dispuestos a intercambiar por soldados, políticos y empresarios que tenían en su poder; así mismo, descubrí en aquellos territorios las demandas de paz y de justicia de miles de campesinos que asumían su identidad con las luchas de Marquetalianos y Marquetalianas en pos de una reforma agraria democrática, y que anhelaban oportunidades de trabajo y educación para que la guerra no consumiera a sus hijos e hijas; en fin, palpé el horror hacia la guerra y los anhelos de una solución política y dialogada al conflicto armado.

“Pero esto último no se va a lograr de la noche a la mañana –me aclaraba el jefe guerrillero- porque lo que está en juego es la solución de los problemas estructurales que han originado el conflicto. Y lo que nosotros vemos es que el gobierno no se compromete: no hay medidas claras contra el paramilitarismo, El “Plan Colombia” y la intervención gringa sigue su curso y el modelo económico neoliberal se continúa profundizando generando privatizaciones, despidos masivos, alzas en el costo de vida, en una palabra, más miseria para el pueblo colombiano”, para concluir afirmando: “Por eso es que tampoco las FARC ha cesado sus acciones militares, eso requiere un compromiso de las dos partes”. Con estas palabras pronunciadas en un tono enfático culminó nuestra entrevista esa tarde, con la promesa de que al día siguiente abordaríamos, aspectos específicos del proceso del Caguán.

Desafortunadamente por esos días el proceso de paz estaba en vilo, y pareció entrar en su fase terminal luego que los voceros de las dos partes se levantaran una vez más de la mesa sin llegar a ningún resultado previo. El 9 de enero del 2002, el presidente Pastrana anunció un plazo perentorio para que las FARC desalojaran la zona de despeje. El jefe guerrillero me llamó muy preocupado y me informó que en menos de 48 horas el sitio sería retomado por el ejército, por lo que ellos debían tomar posiciones estratégicas y que en esas condiciones era imposible garantizar mi seguridad. Tuve que salir con precipitud de la zona. Nuevamente, el fantasma de la guerra se cernía sobre el país y aunque el proceso logró sobrevivir unas semanas más –tiempo justo para que el Estado terminara de afinar su máquina belicista- para entonces era un hecho que estaba herido mortalmente.

Trece años después, aunque los escenarios y los protagonistas parecen haber cambiado, el conflicto armado colombiano sigue su curso con su estela de destrucción y muerte. Sin embargo, en los diálogos de La Habana (Cuba) se ha abierto una nueva luz de esperanza que promete la firma de un “Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” entre los delegados del gobierno nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, y que los colombianos y colombianas esperamos incorpore a otras organizaciones guerrilleras activas.

Pese a lo anterior, la narrativa oficial sólo posibilita hablar de “Raúl Reyes” como “bandolero”, o “terrorista” y enunciar a las FARC como una “organización narcoterrorista”; cualquier análisis en sentido contrario es estigmatizado –incluso por las mismas comunidades académicas- de connivente con la guerrilla5; por lo que el investigador que se aventura indagar por otros terrenos tiene que cargar con las consecuencias que estos planteamientos derivan para su integridad personal y hasta su estabilidad laboral. Es por ello que, casi tres lustros después, todavía el país desconoce las complejas dimensiones del proceso que se vivió en El Caguán y buena parte de los análisis existentes se han limitado a repetir las tesis planteadas por el entonces presidente Andrés Pastrana en su discurso del 20 de febrero de 2002 que puso fin a la zona del despeje.

De allí, la importancia que tiene para la sociedad colombiana y la comunidad internacional en su conjunto, el reciente informe presentado en La Habana por la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, donde académicos –de las más variadas perspectivas- han puesto en tela de juicio las versiones oficiales acerca del conflicto colombiano, lo cual ha obligado al Estado colombiano a reconocer que existen otras aproximaciones académicas al mismo las cuales han sido silenciadas durante décadas. El hecho que esta comisión haya sido designada de manera conjunta por las partes, y no como una decisión institucional –como lo reconocen algunos editorialistas- sin duda tiene que ver con los aportes de este Informe (El Tiempo, febrero 15 de 2015).

En mi condición de investigador social y estudioso del fenómeno de la guerra, destituido arbitrariamente de la Universidad Nacional de Colombia y condenado a 100 meses de cárcel por el delito de pensar críticamente, me resisto a hacer esas valoraciones simplistas a las que nos quiere someter el pensamiento único. Al igual que el protagonista de la obra de Vargas Llosa, me inclinó por ver en estos guerrilleros a hombres y mujeres de carne y hueso plagados y plagadas de contrastes, debilidades y grandezas, en la perspectiva que nos señalara Marx en aquel célebre (pero hoy olvidado) pasaje del 18 Brumario de Luis Bonaparte (1852): “Los hombres hacen su propia historia, pero no en las condiciones que ellos escogen: lo hacen bajo las circunstancias directamente encontradas, dadas y transmitidas desde el pasado”.

No puedo dejar de concluir estas notas sin recordar a José Mujica, el presidente saliente del Uruguay quien precisamente hoy 1º de marzo del 2015 hace entrega de su mandato. Aunque tengo mis reparos frente a la historia contrafactual confieso que me asalta la pregunta: ¿qué hubiese sucedido si el comandante Tupamaro “Facundo”, (José Mújica) hubiese muerto en aquel enfrentamiento con la policía que le dejó seis impactos de bala en su cuerpo? seguramente no sería recordado como el ex presidente más popular y carismático de América Latina en los últimos años sino como “un terrorista dado de baja en un enfrentamiento con la fuerza pública”.

Notas:

1. Cfr. Enrique Santos Calderón. “El ‘Cano’ que yo conocí” en El Tiempo, diciembre 18 de 2011; Horacio Serpa Uribe. “El cano que yo conocí”. En Vanguardia.com, noviembre 8 de 2011; Tomás Betín. “Alfonso Cano era un bogotano pequeño burgués” en El Heraldo, noviembre 7 de 2011.


3. Edward Said. Representaciones del Intelectual. Barcelona: Paidós, 1996, p. 84

4. El crimen contra investigadores sociales como Alfredo Correa de Andreis, Darío Betancur, y las recurrentes amenazas al sociólogo y periodista Alfredo Molano constituyen una prueba de ello. Mi reciente destitución del cargo de profesor asociado de la Universidad Nacional y mi inhabilidad para ejercer cargos públicos durante 13 años, decidida de manera arbitraria por el actual procurador general de la nación Alejandro Ordoñez y avalada de espaldas a la comunidad universitaria, por el rector de la Universidad Nacional Ignacio Mantilla revelan, de igual modo, esta persecución contra la investigación crítica.

5. Valga anotar que esta misma acusación fue esgrimida hace más de medio siglo contra prestigiosos investigadores como Germán Guzmán, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna cuando dieron a la publicidad su estudio pionero sobre la violencia en Colombia el cual abrió novedosos caminos para la comprensión sociológica de este fenómeno Cfr. Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna. La Violencia en Colombia. 2 tomos. Bogotá: Punto de Lectura, 2014.

*Miguel Ángel Beltrán Villegas. Sociólogo y Doctor en Estudios Latinoamericanos, prisionero político

domingo, 8 de marzo de 2015

Renaciendo de las cenizas

Por: Liliany Obando


Han transcurrido seis años y siete meses desde aquel 8 de agosto de 2008 en el que la tranquilidad de mi hogar se vio bruscamente alterada. Desde aquel día mi vida y la de mi familia no volvieron a ser las mismas. Perdí el trabajo, tuve que aplazar la universidad, suspender mis actividades en la militancia política, dejé de ver crecer a mis hijos y la vida misma se me fue de las manos.

Era un viernes cuando personal fuertemente armado de la Policía Nacional – DIJIN irrumpió en mi residencia después de haber cercado todo alrededor. Allanaron el lugar, es decir, profanaron nuestro espacio, lo filmaron todo, incluyendo a mis pequeños (ilegalmente). El capitán de la policía a cargo señaló: “la vamos a volver famosa nacional e internacionalmente”. Fue profundamente doloroso dejar ahí a mis seres queridos indefensos y al vaivén del destino. Horas después ya no tenía más mi libertad.

Fui sometida al escarnio público, expuesta ante los medios de comunicación que me mostraban como una peligrosa terrorista y además como la “amante” de un jefe insurgente. Claro, desde la perversión patriarcal de los organismos de inteligencia, siendo yo mujer, no podía ser sino eso, la amante! Entonces me vi vinculada en un proceso judicial pero con tinte político, que fue montado sobre un cúmulo de ilegalidades, como le ha ocurrido a miles de colombianas y colombianos de la oposición de izquierda, sólo con el propósito de silenciarnos.

Pasé del centro de detención de la policía a la reclusión de mujeres “el Buen Pastor”, vaya nombre para un lugar que de bueno no tiene nada. Estuve detenida sin haber sido condenada por casi cuatro años. Estando allí me fue negado en diez oportunidades el derecho a la casa por cárcel por ser madre cabeza de familia. El argumento: yo representaba “un peligro para la sociedad”.

En la reclusión me dediqué a hacer lo que dictaba y dicta mi conciencia, defender los derechos humanos, en esta oportunidad de quienes hemos tenido el infortunio de transitar por las inhumanas cárceles colombianas. Mi labor desató el odio de la guardia carcelaria y desde entonces no cesaron los hostigamientos.

En el año 2012 fui dejada en libertad provisional al reconocerse el abuso de la detención preventiva que me había tenido tras las rejas durante tanto tiempo. Durante ese corto tiempo de libertad fui amenazada, perseguida, mi familia fotografiada, señalada y puesta en riesgo. Ese estigma trae consigo irremediables consecuencias: Hay quienes, aun siendo cercanos, evitan el contacto con una ex presidiaria y algunos (as) otros (as), con algo de inmoralidad, hasta censuran tu presencia en espacios militantes. No te dan trabajo, pero hay que continuar viviendo.

Decidí entonces, aunque con la amargura de una nueva ruptura, alejarme temporalmente de mi familia y del entorno. Debía buscar trabajo para sostener a los míos en otro lugar y pensaba que estando lejos un tiempo, disminuiría la presión que pesaba sobre ellos.

Pero tuve la mala suerte de dar con unas personas que en lugar de ofrecerme su solidaridad me sometieron a una estadía tortuosa. Viví en carne propia lo destructiva que resulta ser la violencia contra las mujeres, en especial esa sutil, la que no te marca la piel pero en cambio te deja profundas cicatrices en el alma. Esa experiencia fue más traumática para mí que la propia cárcel…

El proceso judicial continuó. En el 2013 fui absuelta del cargo de “terrorismo” pero condenada por “rebelión” incluyendo el pago de una astronómica multa, que ni siquiera les imponen a los desfalcadores del erario o a los mafiosos. Curiosamente dejé de ser “un peligro para la sociedad” al reconocerse (cinco años después) que sólo era una mujer profesional con sus hijos a cargo, por lo tanto, podría cumplir el resto de la sentencia en la casa por cárcel.

Pero antes de que la prisión domiciliaria se hiciera efectiva, me “capturaron” nuevamente, aunque no me encontraba prófuga. Una vez más me sometieron a filmaciones y fotografías, esta vez posando al lado de miembros de las “fuerzas especiales” del ejército y del CTI, que aparecieron de la nada en el centro de detenciones. De nuevo la exposición mediática, de nuevo era la “amante” de un abatido jefe insurgente. Me recluyeron durante 15 días en los calabozos del tenebroso y extinto Departamento Administrativo de Seguridad – DAS – porque extrañamente en la Reclusión de Mujeres “el Buen Pastor” se negaron a recibirme. Tuve que recurrir a una huelga de hambre y pedir una veeduría internacional para que me trasladaran de esa nueva cárcel al lugar de mi residencia como establecía la sentencia.

Permanecí casi siete meses en prisión domiciliaria, superando todos los obstáculos que se pusieron en mi camino para evitar que se concediera a mi favor la Libertad Condicional a la que tenía derecho desde hace mucho tiempo atrás. Fue necesario de nuevo acudir a la solidaridad nacional e internacional y a la incansable faena de mis defensores para lograrlo.

Ahora me encuentro en libertad condicional, falta tiempo todavía para que la pesadilla termine y sea de nuevo realmente libre.

Recuerdo de nuevo al capitán pronosticando para mí la “fama”. Sí, es cierto, dejé de ser una mujer invisible. Pero lo que usted no previó, capitán, es que una mujer del pueblo se crece en las situaciones más difíciles. Sigo siendo la misma, sólo que ahora más empoderada. Ahora mi voz resuena, ya no se calla, y a través de ella hago lo posible para hacer visibles a las miles de mujeres y hombres y niñas y niños que sufren la exclusión y la injusticia en mi patria. Ahora más que nunca se reafirma mi compromiso con un pueblo que anhela vivir en paz. Ahora sé, capitán, que “no me arrepiento de nada”.

Marzo 1 de 2015