Reproducimos este texto, a propósito de los abusos por parte del
INPEC contra las y los prisioneros que se están visibilizado por estos
días.
Por Doris Suarez. Prisionera política recluida en el Complejo Penitenciario y Carcelario de Jamundí, Valle del Cauca.
"...entonces Napoleón tendría razón
cuando al preguntarle quién
debía cuidar a los prisioneros,
respondió: “alguien más bandido que ellos”
El pasado 6 de enero una interna fue
agredida por varias dragoneantes de Jamundí. No es la primera vez que
pasa. Este método correccional forma parte del tratamiento penitenciario
del INPEC, para algunas tan “normal” como que los padres golpeen a sus
hijos, los hombres a sus parejas y el ESMAD a los manifestantes. Por eso
cuando se difundió el suceso de la golpiza, la pregunta que salió a
flote fue: “¿y luego, qué hizo?”, como si alguna falta pudiera
justificar una tunda gavillera como la que le propinaron a esta
jovencita.
Esta tarde, una cabo ordenó que le
hicieran una requisa de tercer nivel, es decir, un cacheo en ropa
interior y que luego la llevaran a la UTE (un eufemismo para nombrar el
calabozo). Desde allí empezó la violación de sus derechos fundamentales
al sancionarla con aislamiento pasándose por la faja el derecho al
debido proceso y sin que mediara un acto de agresión por parte de la
reclusa. Pero el jaleo mayor comenzó cuando la metieron a la esclusa:
una especie de garita dentro del patio con grandes ventanales
polarizados a través de los cuales la guardia puede ver sin ser vista y
que las mujeres aprovechan como espejo. Allí quedó la reclusa sola con
más de cinco guardianas convocadas para el aquelarre.
La mayoría de las reclusas estaban
encerradas en sus celdas y solo unas cuantas estaban afuera. A través de
la puerta cerrada de la esclusa escucharon los llamados de auxilio,
gemidos y el llanto de su compañera. Ninguna se atrevió a hacer nada
para ayudarla. La experiencia les ha enseñado que en casos como este el
redentor sale crucificado y se limitaron a observar: vieron salir a la
interna esposada con las manos atrás, descalza y con el rostro dolido y
lloroso. Sintieron pesar e impotencia cuando una mano la empujó y cayó
de bruces mientras le daban la orden desfachatada de que se parara. Como
no pudo hacerlo, las dragoneantes la agarraron por los brazos y de un
tirón la pusieron en pie y a empellones la sacaron rumbo a la UTE, donde
continuó esposada –tal y como salió– en una jaula a la intemperie hasta
la media noche. El llanto y sus gritos fueron escuchados por internas
de los patios contiguos y se despertaron sensibilidades y se
adormecieron los miedos. Entonces denunciaron con el respaldo de muchas
firmas.
El cuerpo de custodia está enojado. ¡Por
supuesto! ¡Cómo no va a estarlo! no entienden por qué tanta alharaca por
este incidente. Al fin y al cabo, medicina legal solo le dio 12 días de
incapacidad a la reclusa, no hay testigos de lo que pasó en la esclusa y
este método pedagógico es una práctica corriente. Prueba de ello es que
dos días después de esta zorra, otro recluso que en un momento de
desespero se había trepado a la terraza de la torre 1 fue golpeado por
varios guardianes. Desde las ventanas de las celdas muchas reclusas
vieron cómo lo pateaban y esta vez, quizás porque se sentían seguras
lejos del alcance de la guardia agresora, se atrevieron a gritarles
algunos insultos. Pero los hombres casi nunca denuncian, menos porque
crean que es una diligencia inane y más porque en su imaginario viril,
no es de “machos” quejarse.
El INPEC, la Procuraduría y la Defensoría
del Pueblo recibieron la denuncia del Comité de Derechos Humanos del
patio y el testimonio juramentado de la reclusa que narra cómo fue
golpeada y ultrajada. Ya iniciaron las “exhaustivas investigaciones”,
pero si incluso cuando se han filmado los atropellos de las fuerzas del
“orden” contra los civiles los hechos han quedado impunes, en las
cárceles el riesgo es aún mayor.
Sí, es cierto, muchos pensarán que son
delincuentes y que se lo merecen. Los bárbaros siempre se dan sus mañas
con los pretextos. Pero no es muy buen ejemplo el que reciben los
prisioneros y la sociedad –sobre todo en estos días en que se discute la
solución política a los conflictos – viendo que los funcionarios del
INPEc recurran a la violencia física para castigar a los detenidos, así
en gavilla como si fueran pandilleros y que el Estado lo avale con su
indiferencia porque si es así, entonces Napoleón tendría razón cuando al
preguntarle quién debía cuidar a los prisioneros, respondió: “alguien
más bandido que ellos”.
Enero de 2015
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